Los orígenes de Bilbao no han podido ser determinados con exactitud, pero ya existía una población asentada en ambas márgenes de la ría del Nervión que había alcanzado un importante desarrollo antes de su constitución como Villa. Fue Don Diego López de Haro V, señor de Bizkaia, quién en 1300 le concedió el título a la ciudad debido a su significativa relevancia como núcleo comercial y marinero en la época.
La singular ubicación de la Villa le permitió seguir creciendo. El comercio marítimo se desarrollaba con rapidez, mientras que la antigua población se extendía por ambos lados de la ría. Los intercambios comerciales también favorecían el enriquecimiento cultural de la ciudad, impulsado igualmente por los peregrinos que llegaban a Bilbao camino de Santiago de Compostela.
A lo largo de los siglos XV y XVI Bilbao consolidó su posición comercial, convirtiéndose en el núcleo económico más importante del Señorío de Bizkaia. En este periodo se refuerzan los intercambios con los puertos del continente y, posteriormente, la Villa se abre al comercio con las colonias de América. La población sigue aumentando y la ciudad se expande.
A mediados el siglo XV se constituye el núcleo del Casco Viejo al ampliarse su parte más antigua con otras cuatro calles, lo que originará las “Siete Calles”, nombre que recibe el centro histórico de Bilbao. En la misma zona se alzó la Catedral de Santiago, sustituyendo a la antigua ermita dedicada al Apóstol. El templo, de estilo gótico, es uno de los más emblemáticos de la ciudad.
El crecimiento económico se ralentizó a finales del siglo XVI y a lo largo del XVII, pero no se frenó su expansión urbanística. Las calles Bidebarrieta y Correo abrieron Bilbao hacia el Arenal, que después se iba a convertir en el centro de la vida social de la ciudad.
El siglo XVIII dio un nuevo impulso a la Villa, que seguía medrando económicamente y buscaba nuevos espacios para su creciente número de habitantes. Sin embargo, fue el siglo XIX el que transformaría definitivamente la ciudad. Bilbao experimentó un desarrollo sin precedentes, basado en la explotación de las cercanas zonas mineras, que contribuyó a potenciar el comercio marítimo y la actividad portuaria, mientras surgía con fuerza una importante industria siderúrgica y la construcción de buques se convertía en un elemento fundamental del crecimiento económico.
Mientras tanto, el ferrocarril llega a Bilbao y la Villa refuerza su importancia como centro económico y financiero. Aparecen el Banco de Bilbao y el Banco de Bizkaia y, a finales de siglo, la Bolsa.
La transformación de la ciudad y su entorno fue radical. A la expansión económica le siguió la urbanística. Es en este siglo cuando se emprenden algunos de los mayores proyectos de la Villa y se levantan muchos de sus edificios más representativos. Bilbao crece hacia la zona de Abando y inicia su primer proyecto de ensanche. Se crean alamedas, calles rectilíneas y paseos y su renovada arquitectura da paso al Bilbao moderno. La Plaza Nueva, el actual Ayuntamiento o el Teatro Arriaga, inspirado en la Ópera de París, son algunos de sus nuevos símbolos.
A comienzos de siglo XX, Bilbao es la gran referencia económica del País Vasco y una de las más importantes del Estado. Su crecimiento espectacular, acompañado de un importante desarrollo cultural, sólo se verá interrumpido con la Guerra Civil (1936-1939), pero después la ciudad retomará su capacidad de creación de riqueza, convirtiéndose en un gran polo de atracción para muchos inmigrantes que llegaban a trabajar en la floreciente industria bilbaína. El paisaje urbano e industrial de la Villa volvería a modificarse para afrontar su acelerada expansión, que desbordó a la ciudad y se extendió por los municipios vecinos, en ambas márgenes de la ría del Nervión, constituyendo el actual Gran Bilbao.
Sin embargo, tras su auge económico, a finales del siglo XX la industria siderúrgica entra en una profunda crisis que obliga a la ciudad a repensar los fundamentos de su desarrollo económico. En pocos años la Villa y los municipios de su entorno se verán obligados a afrontar la difícil reconversión industrial y a gestionar sus consecuencias negativas.
Después de años de incertidumbre económica, Bilbao recupera su dinamismo al convertirse en una ciudad de servicios, volcada en su regeneración medioambiental y urbana. Liberada de los antiguos terrenos industriales, la Villa afronta una nueva transformación espacial, que la ha convertido en una ciudad cada vez más atractiva para sus visitantes. El impresionante Museo Guggenheim o el Palacio Euskalduna de Congresos y de la Música se han convertido en los grandes referentes de la nueva vocación de Bilbao, que continúa recuperando numerosos espacios para el disfrute de los ciudadanos.